Silvia Bleichmar (2008) alude a la noción de “malestar sobrante” para designar el malestar extra que experimenta la población actual, que coarta las posibilidades de libertad no sólo como condición del ingreso a la cultura – como señala Freud en su comunidad de derecho- sino como cuota extra, innecesaria, efecto de modos injustos de dominación. Este “malestar sobrante” es una modalidad de violencia excesiva que lleva no sólo a las renuncias pulsionales sino a la resignación de aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias sobre agregadas.
Esta regulación excesiva, que proviene de la institucionalidad, no ordena ni organiza, más bien provoca desestructuración en la población que la padece. Desarma las subjetividades y no permite la instalación de un proyecto identificatorio pensable, no permite imaginar un futuro mejor. Nos inunda.
Estos modos históricos de relación encuentran formas más evidentes como la que vemos en esta y tantas otras fotografías, pero también se encarnan de forma sostenida y silenciosa en las precarias condiciones laborales a la que está sometida gran parte de la población, en la imposibilidad de acceder a los bienes básicos como salud, vivienda y educación, entre otros.
Muchos discursos nos invitan a resistir frente a ese exceso. Esa resistencia no es sin un costo. Estamos en el límite. Es tiempo de construir una vida de otra manera.